sábado, 22 de agosto de 2009

Una verdad de la razón


Evitemos de ahora en más un equívoco frecuente de la vida cotidiana. Me refiero a la locución adverbial tener razón que significa “estar en lo cierto”. Solemos usarla, vale aclarar, cuando alguien dice algo acertado, correcto o verdadero. La idea es clara.

Ahora bien, puede ocurrir que uno crea tener razón y en realidad diga algo falso. Y el problema reside en que si refutamos lo dicho a esa persona le decimos que no tiene razón cuando en realidad la tiene porque o todos tenemos razón o nadie tiene razón. Quiero decir que el hombre es sapiens, esto es, que sabe, que está constituido por la razón. Si es algo que nos constituye como tales no podemos decir que no tenemos razón; todos la tenemos.

La razón nos acerca a la verdad y cuando la hallamos no importa de quién viene, sino llegar a ella[1]; si alguien nos ayuda tanto mejor. Porque es en el diálogo como nos podemos ayudar a encontrarla. Platón ya lo supo, por eso compuso sus textos en forma dialógica creando la dialéctica, el arte de dialogar.

Hoy día tristemente (y cuando decimos hoy día solemos referir un estado de cosas que es desde que el mundo es mundo), la gente se obstina en querer tener razón. Discusiones encarnizadas entre partes que no buscan llegar a una verdad sino complacerse a sí mismas en una guerra dialógica, que a veces no llega a diálogo porque desmerece al lógos -morfema que compone a la palabra diálogo-, y se reduce a mera charla que no comporta ningún fin útil a ninguna de las partes. Esto es un error, “se entiende que una persona pierde y otra gana, lo cual es un modo de estorbar la verdad o de hacerla imposible”[2], dice Borges. Es una mera vanidad personal querer tener razón.

No ha de ser así. La palabra debe ser constructiva, cuando no creativa. Se ha hecho el mundo con ella. Si Dios no hubiera hablado no habría nacido el mundo. Recordemos los versículos iniciales del Evangelio según San Juan:

En el principio existía la Palabra,

y la Palabra estaba junto a Dios,

y la Palabra era Dios.

Al principio estaba junto a Dios.

Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra

y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.


¿Qué provecho habrá en hablar sin un fin positivo que procure hallar en las cosas su realidad, su existencia, que quiera develar algo que está tapado y que ignoramos? Pues eso significa la verdad en griego: aletheia (quitar el velo a algo oculto). Según la doctrina platónica conocer es recordar; Francis Bacon añadió que ignorar es haber olvidado[3].

Como toda afirmación es excluyente, por lo susodicho no se debe entender que el fin que propongo deba ser el único que tenga la palabra. Hay muchos y nobles. Básteme enunciar la presencia de éste para poner sobre aviso a los gentiles lectores.

Pareciera que actualmente estamos en las antípodas de la dialéctica platónica. Lejos del arte de dialogar. Borges en diálogo con Bioy Casares dice: “Siempre me asombra que la gente no oiga lo que dice” Gente que se especializa en la minuciosa anécdota pointless (sin sentido)[4], que no va al grano. Y Benigni en su película El tigre y la nieve: «Se le parole non sono giuste nulla è giusto. Trovare le parole giuste per far battere il cuore all'altro, così come batte a me!» (“Si las palabras no son justas nula es justo. ¡Encontrar las palabras justas para hacerle batir el corazón al otro, así como me bate a mí!”). Precisamente porque la palabra es nuestro insuflo divino[5], lo que nos hace distintos de los animales. La vida al ser un talento debe dar fruto (Mateo 25: 14-30) En cambio, se habla sin sustancia y fuera de propósito (Mateo 12: 36). ¿Quién no ha tenido estas charlas aburridas? ¿Y sobre todo quién está dispuesto a cuestionarse si el interlocutor está en lo cierto y uno no? Quien nada duda nada sabe decían los griegos que sabían muchas cosas. Eventualmente no queremos confrontar nuestras preferencias, y eso hace que se cristalicen en prejuicios[6]. En ello reside la dificultad. Pero debemos mantenernos abiertos y curiosos, pues como dice Savater: “el espíritu nace de la búsqueda incesante de formas diferentes de ser semejantes”[7]. Pienso que es un acto de coraje y de amor al conocimiento y a la verdad.



Un ejemplo claro de que importan más las verdades que su procedencia está en los refranes. Los nombres de quienes los han creado se han perdido. La sociedad que atesora estos refranes los ha retenido en su memoria porque encierran verdades; algo bueno, bello y justo, como hemos dicho que hace la tradición evocando las palabras de San Pablo[8]. Encierran algo que es bello por ser inteligible sin reflexión, como dijera André Maurois.

Y es que el corazón del hombre necesita creer algo, y cree mentiras cuando no encuentra verdades que creer. El hombre está dispuesto siempre a negar todo aquello que no comprende y aun lo que comprende como Sócrates (en su frase atribuida): “Sólo sé que no sé nada” Creo que el escepticismo debe tener un límite, y que es un uso erróneo de la razón. Es Blaise Pascal quien nos enseña en sus Pensamientos cómo debemos usar la razón (268):


“Hay que saber dudar donde es necesario,

afirmar donde es necesario, sometiéndose donde es necesario.

Quien así no procede no entiende la fuerza de la razón.

Hay quienes fallan contra estos tres principios, ya sea afirmando

todo como demostrativo, por falta de conocimientos

en demostración: ya sea dudando de todo, por falta de saber

dónde hay que someterse, ya sea sometiéndose en todo, por

falta de saber dónde hay que juzgar”.


Y será Borges, aun cuando se define esencialmente escéptico[9], quien dirá con acierto que un “sofisma consiste en negar lo que no es fácil de definir. Quizá no se pueda precisar cuándo acaba el día y empieza la noche; pero nadie confunde el día con la noche”[10]. Que algo sea difícil de definir no significa que no sea y que se pueda negar. Repito, todos queremos creer en algo y que nos crean. Recuerdo a Don Quijote diciéndole al oído a su escudero: “-Sancho, pues vos queréis que se os crea lo que habéis visto en el cielo, yo quiero que vos me creáis a mí lo que vi en la cueva de Montesinos. Y no os digo más”[11].



Finalmente, en la busca de la verdad hay –
grosso modo
- dos posturas:

a- Quienes creen que es imposible llegar a ella.
b- Quienes dicen que la verdad es Dios.


Esta división comporta concepciones del ser humano acerca del más allá y creencias religiosas sin duda. La segunda postura está sustentada en la Biblia (véase, por ej, I Juan 5: 6 y Juan 14: 6), que es Palabra de Dios (ya citamos los versículos iniciales del Evangelio según San Juan). Algunos acusan a la Iglesia de rebajar la razón, pero es al contrario: “La Iglesia es lo único que, en la tierra, hace de la razón un objeto supremo; la única que afirma que Dios mismo está sujeto por la razón”[12] sostiene Chesterton. Eso procuró la teología con su escolástica, llegar a Dios mediante la razón.


Claro que buscar la verdad es arduo porque la vida en su misterio es inagotable, como nos recuerda Hamlet:

«There are more things in heaven and earth, Horatio, than are dreamt of in your philosophy»[13].

Pero la vida sin misterio sería insulsa y aburrida. Si supiéramos todo nada nos quedaría por saber. Felizmente podemos estar en desacuerdo, pero siempre respetando y tolerando al otro. Sigamos pues ayudándonos en la busca de la verdad haciendo uso de nuestra razón sin acobardarnos ni envanecernos. Yo, estoy con ustedes.

[1] Cf. la frase «Amicus Plato, sed magis amica veritas» Esto es: “Platón es mi amigo, pero la verdad es más mi amiga”. La verdad puede venir de un filósofo o pensador cualquiera, no importa de quién, sino que sea una verdad. Eso es más importante.

[2] Borges, Jorge Luis, Ferrari, Osvaldo, Reencuentro, diálogos inéditos, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1999, p. 208.

[3] Cf. Epígrafe del cuento “El inmortal” en El Aleph, Jorge Luis Borges.

[4] Bioy Casares, Adolfo, Borges, Ed. Destino, Buenos Aires, 2006, p. 106.

[5] Cf. Génesis, 2: 7.

[6] Cf. Martínez, Guillermo, La fórmula de la inmortalidad, Ed. Seix Barral, Buenos Aires, 2005, p. 11.

[7] Savater, Fernando, La vida eterna, Ed. Ariel, 2007, p. 175.

[8] Cf. 1 Tesalonicenses, 5: 21.

[9] Cf. Epílogo de Otras inquisiciones.

[10] Bioy Casares, Adolfo, Borges, Ed. Destino, Buenos Aires, 2006, p. 61.

[11] Cervantes, Miguel, Don Quijote de la Mancha, Ed. RAE, 2004, p. 865.

[12] Cf. Chesterton, Gilbert Keith, El candor del padre Brown, Ed. Losada, Buenos Aires, 1939, p. 23.

[13] Hamlet, 1,5, v. 186. “Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de las que sueña tu filosofía”.


5 comentarios:

Sebas dijo...

Excelente tu desarrollo, Lucas. Y muy feliz cumpleaños!!!

Rubén Muñoz Martínez dijo...

Lucas, para empezar la foto es genial, adoro a Rodin y a su Pensador. Tengo una pequeña reproducción de esta maravillosa escultura en mi cuarto de estudio, y una foto que me hice en Las Puertas del Infierno en el envolvente jardín de su Museo en París. Y ahora, vayamos a la reflexión...

Excelente texto, cargado de saber y reflexión. Magníficas tus referencias a los distintos hitos en los que te vas apoyando. Yo, personalmente, soy de los que otorga a la verdad un valor incalculable. Al fin y al cabo, queramos o no, la verdad es el fondo último de la existencia, y sobre ella estamos asentados, lo sepamos o no, acertando en ocasiones y errando en otras. Como nos enseñó Husserl en sus Investigaciones Lógicas, la verdad es una esfera eterna que “no depende de nada ni de nadie”. Pero, sin embargo, las personas somos excesivamente celosas de nuestras opiniones, y como bien explicas, solemos confundir la verdad con “el tener razón”, y evidentemente habría que distinguir. Y peor aún se pone la cosa, si los que opinan son intelectuales cargados de vanidad.

Un abrazo, y sigue buscando por ese camino.

HUMO dijo...

Me encantó leerte y aprender, me doy cuenta que poco sé de tantas cosas, cuanto aún ignoro, que maravillosa es la mente humana y cuanto hay alrededor que nos falta captar, esto me da ganas de comer el mundo y sé que no puedo en un solo bocado, lejos de frustrarme me enriquesco con lo poco que puedo ir en mis pasos aprendiendo de lo que me gusta y de lo que no me gusta, que también es importante.

gracias!

=)HUMO

Lucas Esandi dijo...

¿No tengo razón?
Evitemos equívocos, ¿quién los quiere?.
Salvo que se busque la ambigüedad deliberadamente con el interlocutor para divertirse jugando con los sentidos y con el humor; actividad harto común en los argentinos.

Rubén, ese Pensador es una réplica que se encuentra en la Plaza Congreso de Buenos Aires. A mí también me encanta esa figura. Da cuenta de nuestra actividad en una forma perdurable a través de los siglos.

Pienso en el valor incalculable que arguyes de la verdad y recuerdo una charla muchos años atrás: un compañero de clase preguntaba cuál era el precio y el valor que tenía la Capilla Sixtina. Yo le dije que ninguno. Y él insistía con encontrárselo. Yo, nuevamente, me mostré resoluto y convencido. La Capilla Sixtina como la verdad es de un valor incalculable. Así el arte como la verdad y la vida. Son conceptos que no nos son dados entender del todo. Borges dice en "Edipo y el enigma" (en 'El otro, el mismo'): «Nos aniquilaría ver la ingente / forma de nuestro ser; piadosamente / Dios nos depara sucesión y olvido».

¡Qué hermosa concepción de la verdad como esfera eterna! Data de antiguo: Jenófanes, Platón, Parménides y otros.
Luego, es la menos perjudicial para representar a la Verdad. La figura más cercana a la perfección. Pero ya sin abogar por el tiempo cíclico estoico. La cruz, como sabemos, venció a la rueda (entiéndase por ésta el tiempo estoico y la Fortuna como divinidad).

Esa figura entonces, la de la esfera, es la que el ingenio humano ha adoptado para definir conceptos que exceden su entendimiento: la Verdad, la Vida, Dios mismo (véase la Divina Commedia, Par. XXXIII, 127).

Estamos en el intríngulis de la cuestión. Somos conscientes de ello. Sigamos pues ayudándonos en la busca a tientas. Con suerte, será de ayuda en lo sucesivo para nosotros y para los demás.

Un abrazo a cada uno.

Rubén Muñoz Martínez dijo...

Lucas, para empezar, no está mal ser autoconscientes de que el terreno de la verdad es el terreno de lo cualitativo, donde la medida física poco tiene que decir... el terreno de lo humano, de la filosofía y de las artes.

Un abrazo!!